EL AYUNO: LA MUERTE AL YO

Bendiciones, en el día de hoy hablaremos de algunas cosas que pasan mientras hacemos un ayuno. En este tercer día de devocional, nos centraremos en “la muerte al yo”, la renuncia y la rendición a Dios.

Versículo del día: Luego Jesús dijo a sus discípulos: «Si alguno de ustedes quiere ser mi seguidor, tiene que abandonar su propia manera de vivir, tomar su cruz y seguirme. Mateo 16:24

Meta: Vencernos a nosotros mismos.

Reflexiona.

A la hora de entrar en ayuno es muy importante tener un corazón correcto, una intención correcta y para que nuestro ayuno sea efectivo debemos pedir de forma correcta. Hasta ahora hemos aprendido que debemos de hacer antes de empezar un ayuno, cómo orar cuando realizamos el ayuno, y hoy hablaremos de qué pasa cuando estamos ayunando, que genera en nosotros el ayuno.

Cuando realizamos una acción solemos hacerlo con una finalidad específica. Así, cuando entramos en ayuno se producen algunas cosas que tienen el objetivo de hacer crecer y fortalecer nuestra vida espiritual. Una de las cosas que sucede cuando ayunamos es la muerte al yo.

La muerte al yo:

En palabras simples, morir a ti mismo, es la negación o renuncia a tus propios deseos. Jesús en una ocasión le dijo a sus discípulos. Si alguno de ustedes quiere ser mi seguidor, tiene que abandonar su propia manera de vivir, tomar su cruz y seguirme. Muchas personas decían ser seguidores de Jesús, muchos se identificaban con su mensaje, pero cuando descubrieron que tenían que negarse a aquello que les generaba placer, a aquello que les atraía por Cristo, decidieron abandonar.

Hay personas que vienen a Cristo y siguen viviendo una vida descontrolada, una vida totalmente opuesta a lo que dice Dios, porque, muchos aún no le han entregado el mando de su vida a Jesús. Hoy aprenderemos a ser verdaderos discípulos, si en verdad quieres seguir a Cristo, tienes que abandonar tu propia manera de vivir. El apóstol Pablo dijo: Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, más vive Cristo en mí.

En ocasiones he tenido que rendirme a Dios, y reconocer que su voluntad es perfecta, es agradable dejando a un lado mi propia voluntad, por seguir la voluntad de él. Cuando ayunamos debe de haber una actitud de renuncia de aquello que es agradable a ti mismo. En lo personal uno de los retos más grande cuando ayuno no es dejar de comer, por algunas horas, al principio sí que me costaba, pero empecé a organizarme y a entrenar mi cuerpo poco a poco para que cada día se vaya adaptando, y así poder resistir el ayuno. Pero lo que más me ha costado mientras estoy en ayuno es hacer morir el Yo. No sé si has notado que cuando procuras hacer algo para Dios vienen situaciones a tu vida que te hacen poner a prueba aquello que estás diciendo que harás.

No es fácil, abstenerse, o negarse a tus propias emociones, a tu propia voluntad, ¿sabes por qué? Porque nosotros como humanos nos creemos muy independientes, cuando somos niños, nuestros padres hacen la mayoría de cosas por nosotros, nos cuidan, nos alimentan, nos llevan a un lugar que deseamos ir, somos dependientes de nuestros padres. Y cuando ya nos vamos haciendo mayores, solemos hacer las cosas solos, y ya no dependemos tanto de ellos, y nos hace sentir bien, no tener que depender de otros, ya cuando somos adultos, creemos que tenemos la capacidad, el conocimiento suficiente para guiar y conducir nuestra propia vida. Ya somos nosotros, quienes dirigimos las cosas, ya nuestros padres no son los que toman las decisiones difíciles, sino nosotros mismos. Entonces, cuando llegamos a Cristo, nos cuesta desprendernos de nosotros mismos, nos cuesta cederle el control a Dios de nuestra vida, y muchas veces solo le damos el control cuando nos vemos en peligro, o cuando entendemos que no podemos hacer más nada y nos rendimos, y después que tenemos un caos, dejamos que Dios intervenga en nuestra vida. Y nos sentimos incómodos, nos sentimos muchas veces dependientes, como niños, porque en la vida se nos ha enseñado que no está bien visto rendirnos.

La rendición a Dios:

Rendirnos a Dios es otra de las cosas que pasan mientras ayunamos. Muchas veces cuando tenemos un conflicto, o ideas diferentes con una persona, queremos siempre ganar, y nos cuesta rendirnos. Debemos aprender cuando rendirnos. Y para el mundo rendirse representa una vergüenza, la persona que se rinde por alguna razón pierde crédito. Pero hasta los discípulos que eran expertos en la pesca, se dieron cuenta de que todo su sacrificio era en vano, por más que remaban y remaban, nada pasaba, ellos vieron que estaban al borde de la muerte, se dieron cuenta de que la tormenta era demasiado para ellos, tal vez pensaron, este es nuestro último día de vida. Pero dejaron de hacerse los fuertes, y llamaron al maestro hasta que los despertaron. Y le dijeron, no ves que nos ahogamos. Y Jesús con esa calma y esa confianza calmó el mar y la tormenta tuvo que someterse a su voz y después llegó una gran bonanza.

Reconocer cuando rendirnos es cosa de valientes.

Muchas veces nos cuesta rendirnos, nos cuesta ceder el control porque hay ego en nuestro corazón. Cuando hay ego en nuestro corazón no hay espacio para Dios, no hay espacio para nadie más, porque creemos que todo lo sabemos, que todo lo podemos, y muchas veces nos cuesta reconocer que nos equivocamos. No es de débiles reconocer cuando hemos fallado, si no todo lo contrario es de valientes reconocer nuestro error y disculparnos, porque hemos entendido que estábamos mal. Y Dios ama un corazón humilde, Dios está cerca de los que son humildes, pero se aleja de los que albergan orgullo en su corazón.

Tomar su cruz y seguirme.

Tomar la cruz significa morir al pecado. Debemos hacer morir el poder del pecado en nuestra vida. Si sabes que algo te está separando de Dios, si esa cosa o ese alguien te es ocasión de caer, simplemente tienes que hacer morir ese deseo en ti y apartarte de todo aquello que pueda hacerte pecar. No nos confiemos, porque todos somos humanos, la biblia dice: el que cree que está firme, vigile que no caiga. Porque muchas veces podemos estar fuertes, y no ceder a la tentación, pero si cada día te la presentan, llegará un tiempo en la que tú ya no estarás firme, sino que por alguna causa te habrás descuidado, y cuando menos lo esperes, habrás caído en el pecado, te habrás dejado seducir por la tentación, porque no le hiciste caso a las señales, no tomaste en cuenta que aquello tan insignificante podría ser lo que provocaría tu gran caída.

Seguir a Cristo conlleva un precio, y muchos no están dispuestos a pagarlo. Así que hoy te invito a meditar sobre aquellas cosas que te cuesta dejar, por aquellos sentimientos que hay en tu corazón y entrégaselo a Dios. Él te ayudará en todas las cosas, solo hay que reconocer que solos no podemos, por lo tanto, es Dios quien decide tener misericordia. No depende de nuestro deseo ni de nuestro esfuerzo.

Aprendamos a rendirnos a Dios y hacer morir nuestro yo para empezar a vivir una nueva vida en Cristo.

Ora: Señor, gracias porque siempre me ayudas, te pido que me ayudes a vencerme a mí mismo, hoy decido empezar a vivir una vida de rendición y dependencia a ti, gracias por cada día hacer de mí una mejor persona amén.

¿Por qué estás agradecido? Gracias Dios por tu infinita misericordia, y amor a mi vida. Gracias porque siempre buscas la forma de hablar a mi vida, gracias porque tu palabra es vida.

¡Bendiciones! Te invitamos a compartir y comentar qué te ha parecido esta enseñanza sobre “La muerte al yo”, la renuncia y la rendición a Dios. ¿Te atreverías a ponerlo en práctica en tu vida diaria? ¿Qué cambios has notado o esperas ver? Reflexionemos juntos sobre cómo podemos crecer espiritualmente al aplicar estos principios.

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