Bendiciones, hoy hablaremos acerca de cómo podemos ser fructíferos en nuestra vida espiritual. Exploraremos el proceso de la vid y el importante trabajo que nuestro Padre celestial, el labrador, realiza en nosotros. A través de esta reflexión, entenderemos mejor cómo permanecer en Cristo nos permite dar fruto abundante y glorificar.
Versículo del día:
Juan 15:5. Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, este lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer.
Meta: Permanecer agarrados a la vid.
Reflexiona.
Cuando hablamos de fruto no podemos pasar por alto lo que Jesús nos habla en el libro de Juan 15. Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el labrador. Todo pámpano que en mí no lleva fruto, lo quitará; y todo aquel que lleva fruto, lo limpiará, para que lleve más fruto. En estos dos primeros versículos Jesús nos dice que él es la vid, y su padre es el labrador. Y todo pámpano, toda rama, todo sarmiento que en él no lleva fruto, será quitado, más todo pámpano, toda rama o sarmiento que lleva fruto, será limpiada para que lleve más fruto.
Es un poco difícil a primeras entender que toda rama que no da fruto será cortada, pero muchas veces no vemos lo que hay más allá de esto. Y es que ningún agricultor tendrá una rama que no produzca nada, sino que esta será cortada y quitada, para que la planta siga dando frutos.
Jesús dijo mi padre es el labrador. En este caso, la persona que se encarga de trabajar y cultivar la uva se le conoce como un viticultor. Un viticultor no puede ser cualquier persona, sino que es una persona que está formado especialmente en esa área. Y tiene un trabajo fundamental, aunque la vid va creciendo y desarrollándose, eso no significa que el viticultor no tiene que hacer nada.
Porque si no lo sabías es una persona que está constantemente trabajando en todo el proceso de la vid. Permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el pámpano no puede llevar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. No podemos hacer nada separados de la vid, no podemos llegar a ningún lado, si no permanecemos en Jesús.
El viticultor, el labrador, el agricultor se encarga de realizar la vendimia (la cosecha) se trata de seleccionar los mejores frutos y dejar a un lado los racimos dañados o podridos. Después debe aportar los suficientes minerales y nutrientes al suelo para la siguiente cosecha. Luego, continúa con la preparación del terreno para la poda y luego de unos meses empieza el proceso de la poda. Luego de un mes es necesario deshacerse de todas las ramas que han sobrado de la poda. Al mes siguiente, restauran lo que se haya dañado, comenzando con un nuevo ciclo de vegetación.
Cuando comienzan a crecer los troncos principales, haciendo que nazcan ramas y hojas. Es el momento de aplanar el terreno. Cuando se genera la floración, el viticultor procede a seleccionar las mejores ramas. Cuando llega el tiempo de la floración, empieza el ciclo reproductivo de la vid. Más adelante, cuando las flores se convierten en bayas, el viticultor tiene lo necesario para conocer la fecha aproximada de la vendimia. Además, debe asegurar el cultivo con protección fitosanitaria.
Es decir, debe proteger los cultivos de plagas, malezas y enfermedades para poder producir alimentos en cantidad y calidad. Cuando la uva empieza a cambiar de color y comienza a madurar, se prepara todo para la cosecha y luego un mes después se realiza la recolección de la uva y se ven los resultados de todo el proceso.
Es decir, que el Padre, que es Dios, es como ese viticultor que se encarga de cuidar, de proteger y de ayudar a la vid a dar más fruto. Es un proceso largo, en el que cada mes o cada dos meses la vid tiene que ser limpiada, cuidada, regada, y cultivada. Wao, qué impresionante, eso quiere decir, que nosotros muchas veces somos lo que la gente ve, una rama de uva cultivada, limpia y fresca, sin embargo, la gente no ve todo el proceso que tuvo que pasar para que pudiésemos dar fruto, la gente no ve todo lo que hizo ese viticultor, pero cuando nos ve listo, puede decir, detrás de él, detrás, de ella, hay una persona que se sacrificó para que ella o él, pueda llegar a ser lo que hoy es. Cuando estás listo, y maduro eres amado por los demás. Porque todo el mundo quiere una uva dulce, una uva lista para comer, pero nadie quiere una uva verde, agria.
Muchas veces, nadie da nada por ti, cuando estás en ese proceso de crecimiento y desarrollo, porque la gente aún no ve el fruto, solo ve, una semilla, solo ve una hojita. Cuando estás en el proceso, cuando estás verde, cuando necesitas ser trabajado en tus emociones, en tu carácter, cuando eres frágil, y te puedes dañar con facilidad, las personas no se atreven a dar nada por ti, es muy difícil solo aquellos que conocen el proceso de la uva saben el valor que tiene una simple semilla.
En ese proceso de crecimiento, en ese momento, cuando eres nuevo, cuando no sabes nada, cuando eres un bebé, que hay que alimentar, que hay que cuidar, que hay que limpiar, hay una persona que te acompaña y te dice, este solo es el comienzo, vamos avanza, esta no es tu etapa final. En esta etapa, cuando estamos verdes, hay un labrador, que tiene todos los conocimientos necesarios para cuidarte, y ayudarte a ser fructífero.
Cuando empiezas esos meses de limpieza en los que el labrador te empieza a quitar las hojas secas, los frutos dañados, y empieza a cortarte y a podarte, es doloroso. A veces aquel proceso que creemos que es malo, que es doloroso, es aquello que Dios está usando para ayudarte a crecer.
Te lo digo por experiencia, a veces cuando ves que Dios empieza a quitar personas de tu vida, que amabas con todo tu corazón, o empiezas un momento de aparente soledad, en la que todos tus amigos, se van, tus familiares, se olvidan de que tú existes, y te ves solo, sola, es en esos momentos en los que Dios se convierte en tu labrador. Y empieza a enseñarte todas las cosas que necesitan ser mudadas en tu vida.
Tu padre te empieza a decir, las cosas que debes sacar de tu corazón, la tristeza, la amargura, el rencor, el odio. Dios empieza a trabajar tu orgullo, y te permite pasar por situaciones en los que dices mejor que no este mi familia y amigos porque seguramente no me reconocen, en ese momento en los que aparentemente pareces estar verde y pareces no estar listo, es en ese momento en lo que conoces realmente a tu Padre.
En el proceso conoces cuál es tu propósito, empiezas a ser formado, preparado, alimentado, y te empiezan a regar, el labrador empieza a cuidar la tierra, y tus raíces se van afirmando en él, empiezas a conocer el corazón de Jesús, y de pronto tus ojos se abren y empiezas a ver todas las cosas que no son necesarias en tu corazón, y empiezas a despojarte de todo lo viejo, y empiezas a entender el propósito, de ese desierto, en el que nadie te llama, nadie te busca, en el que aprendes a ser fuerte, en el que empiezas a alimentarte de la palabra, y empiezas a afirmarte en la roca que es Cristo.
Y ya lo que antes te deprimía no te deprime, ya los comentarios que te hacían explotar en ira ya no tienen efecto en ti, empiezas a dar amor a quien antes te hacía daño, empiezas a amar y a ayudar a ese familiar que te había herido, empiezas a ser compasivo y generoso con tus vecinos, ya no pasas de largo en tu trabajo y te acercas a esa persona que siempre andaba solitario, y empiezas a contagiarle el gozo que hay en ti, y comienzas a enseñarles a los demás a esa persona a ese amigo que te ha enseñado a amar, te ha dado paz porque has entendido que ese proceso de poda, no vino para matarte, vino para elevarte. No vino para apagarte, vino para encenderte. No vino para esconder ese talento que había en ti, sino que vino para sacar todo lo que Dios en el secreto depositó en ti.
Y ahora, tus días empiezan llenos de agradecimiento, lleno de bendiciones y palabras de gozo y paz, porque ahora el gozo ha llenado tu vida, la paz, ha invadido tu mente, y ya no tienes las mismas discusiones con tu hermano, con tu primo, con tu familia, porque has aprendido a ser prudente, Dios te enseñó a no darle lugar al enojo, y ya no hay palabras corrompidas, ni palabras de juicio en ti.
Cuando llega la persona con quien criticabas a tu casa, dizque a orar, y a tomarse un café, empiezas a decirle, ya no podemos seguir con nuestras viejas prácticas, desde hoy empiezo a vivir mi vida en paz, hoy le digo no a la crítica, no al temor, no al miedo, cuando pase eso en tu vida significa que estás dando fruto. Significa que todo ese proceso de maduración, de sanidad, de limpieza, de análisis, de purificación, ha sido efectivo.
Ahora cuando llegue el mes de la cosecha, todos querrán acercarte a ti, todos querrán, lo que tú tienes, porque han visto un fruto, un cambio, han visto una transformación en ti. Entonces, empezarás a dar de lo que Dios te ha dado y comenzaras a multiplicarte. Y se cumplirá la palabra que dijo Jesús, todo pámpano que de fruto lo limpiara para que lleve más fruto.
Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, este lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer. El que en mí no permanece, será echado fuera como pámpano, y se secará; y los recogen, y los echan en el fuego, y arden. Jesús dijo: separados de mí, nada podéis hacer. Solo podemos llevar frutos cuando permanecemos en Jesús, cuando queremos llevar nuestra vida por nuestra propia cuenta, cuando comenzamos a guiarnos por lo que dice mi ego, mi razonamiento, no podré dar fruto.
Cuando voy en dirección contraria, cuando ando separado de la vid, en mi vida habrá un estancamiento, por más que yo quiera arrancar, no podre, por más que tenga todos mis planes hechos, toda mi vida planeada, todo lo que realice terminará en fracaso, porque estoy lejos de la vid.
Los planes son del hombre; la palabra final la tiene el Señor. Al hombre le parece bueno todo lo que hace, pero el Señor es quien juzga las intenciones. Pon tus actos en las manos del Señor y tus planes se realizarán. (Prov. 16:1-3). Jesús es como esa luz verde que te permite avanzar. A veces creemos que estamos varados porque el enemigo nos está siendo oposición, y muchas veces no es eso, es que estamos desconectados de la vid, y sin él no podemos avanzar.
Muchas veces no es que fulano, me hace la guerra, no es que me va mal porque me tienen envidia, si no es que no te has dado cuenta de que todos tus planes no llegan a darse, porque no tienes la aprobación de la vid, porque todo lo que haces desconectado de Jesús, no prospera, no da frutos.
Hay personas que quieren vivir su vida, a su manera, pero Jesús dice: El que en mí no permanece, será echado fuera como pámpano, y se secará; y los recogen, y los echan en el fuego, y arden. Cuando Jesús no es nuestro centro, dejamos de ser fructíferos, nos secamos, nos estancamos, todo lo que sea de obstáculo para que la vid crezca, el labrador, la cortará, y la echará fuera. Toda rama seca será echada al fuego, no hay más opción, todos aquellos que quieran vivir separados de la vid, tendrán ese destino.
¿Por qué estás agradecido? Señor, gracias porque siempre nos enseñas a través de tu palabra, gracias por acompañarme en todos mis procesos, gracias por ayudarme a ser mejor. Gracias por quitar todo aquello que no me dejaba fructificar en mi vida.
Ora: Padre, te pido que continúes limpiando y podando mi vida. Ayúdame a dar más fruto. Señor, Jesús, ayúdame a permanecer agarrado a ti, porque sé que separado de ti nada puedo hacer.
¿Qué áreas de tu vida necesitas someter a Dios para permitir que Él te pueda y te haga más fructífero? ¿Cómo puedes permanecer más firmemente en Cristo en tu vida diaria?
Te invitamos a compartir tus pensamientos y experiencias sobre cómo has visto la obra de Dios, el labrador, en tu vida. ¿Qué frutos has visto crecer en tu caminar espiritual y cómo has experimentado la poda y limpieza de Dios? Tus comentarios pueden ser de gran inspiración y ayuda para otros en su viaje de fe.