Basado en los conceptos del libro “Una vida con propósito” de Rick Warren.
La importancia de ser guiados por Dios
Bendiciones, el día de hoy aprenderemos acerca de quien debe guiar nuestras vidas. En este devocional aprenderemos sobre la importancia de dejar que Dios guíe nuestras vidas, confiando en Él en lugar de depender de nuestro propio entendimiento. A través de la Palabra de Dios, veremos cómo Jesús es la luz que ilumina nuestro camino, mostrándonos que, cuando lo seguimos y enfocamos nuestra mirada en Él, podemos superar cualquier adversidad sin temor a tropezar o desviarnos del propósito que tiene para nosotros.
Versículo del día: Proverbios 3:5–6 RVR. Confía en el Señor con todo tu corazón, y no te apoyes en tu propio entendimiento. Reconócele en todos tus caminos, y El enderezará tus sendas.
Meta: Ser guiados por Dios.
La palabra guiar, según el diccionario, significa ir delante de alguien o junto a él para indicarle el camino a seguir o para conducirlo hacia un lugar determinado.
En nuestro versículo del día podemos encontrar un consejo muy cierto, dice que debemos confiar en el Señor con todo nuestro corazón y no apoyarnos, ni confiarnos en nuestra propia prudencia, o en nuestro propio entendimiento. Más bien, debemos reconocerlo y pedir su ayuda en todo lo que vamos a hacer y él enderezará nuestros pasos.
Dios responde a los que claman por ayuda
¿Sabías que Dios no hace nada, que tú no quieras? A veces queremos que Dios lo haga todo por nosotros, pero, el Señor solo responderá a tu clamo; para el Señor poder guiarte, tú tienes que querer que él te ayude. Dios siempre quiere ser tu lumbrera, él quiere ayudarte, pero Dios respeta tu libre albedrío. Y para que Dios ordene tus pasos, debes confiar en él, y reconocer que necesitas su ayuda.
El hombre tiene la tendencia de guiarse de sus experiencias pasadas, de su propia sabiduría o conocimiento que ha obtenido, y aun de sus emociones y sentimientos. Si la biblia me dice que no debo confiar en mi propio entendimiento es porque mi entendimiento puede fallar. La biblia dice en “Otra vez Jesús les habló, diciendo: Yo soy la luz del mundo; el que me sigue, no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida” Juan 8:12.
Cuando nosotros somos guiados por Jesús, que es la luz del mundo, no vamos a tropezar, no seremos confundidos, no nos vamos a quedar a medio camino, no nos vamos a perder.
Jesús: La luz que ilumina nuestro camino
Cuando tenemos a la luz, a Jesús, alumbrando nuestros pasos, podemos estar confiados de que llegaremos al destino que Dios ha destinado para nosotros. Ya no andaremos en oscuridad, ya no estaremos cegados.
Muchas veces, nosotros creemos estar andando por un camino correcto, pero su final es camino de perdición, por eso no podemos confiar en nuestra propia prudencia, porque la misma biblia nos asegura que nosotros podemos estar equivocados y en vez de andar por un camino que supuestamente para nosotros es el correcto, estamos yendo a un camino de perdición.
El salmista una vez dijo. “Lámpara es a mis pies tu palabra, Y lumbrera a mi camino” Aquí, esta palabra nos da a entender, que la palabra de Dios, es una luz que ilumina los pasos del hombre. Jesús es el verbo, Jesús es la palabra, y también es la luz del mundo. Así que si somos guiados por Jesús, podemos caminar confiadamente a su lado, podemos ser guiados sin temor alguno, porque sabemos que en nuestro camino no habrá tropiezo.
Las tormentas como oportunidades para confiar en Dios
Mateo 14: 22-33 NTV. “Inmediatamente después, Jesús insistió en que los discípulos regresaran a la barca y cruzaran al otro lado del lago mientras él enviaba a la gente a casa. Después de despedir a la gente, subió a las colinas para orar a solas. Mientras estaba allí solo, cayó la noche. Mientras tanto, los discípulos se encontraban en problemas lejos de tierra firme, ya que se había levantado un fuerte viento y luchaban contra grandes olas. A eso de las tres de la madrugada, Jesús se acercó a ellos caminando sobre el agua. Cuando los discípulos lo vieron caminar sobre el agua, quedaron aterrados. Llenos de miedo, clamaron: «¡Es un fantasma!» Los discípulos se encontraban en el mar, y cuando anochecía, los discípulos fueron zarandeados por las olas, porque el viento les era contrario“
Cada vez que Dios te da una asignación, se levantará una tormenta para detenerte. Cuando Dios nos da una asignación, no creamos que no habrá obstáculos, que no habrá oposición, porque es lo primero que sucede cuando somos enviados. Pero Jesús, que conoce todas las cosas, aunque estaba orando en el monte, sabía que sus discípulos estaban siendo atacados, sabía que ya no podían volver atrás, tenían que llegar a su destino.
Y Jesús se les aparece, y sus discípulos, se asustaron, y creyeron que estaban viendo a un fantasma, pero Jesús, les dijo: “soy yo, no tengan miedo” No debo de temer, porque Jesús, estará a mi lado en el momento de la tormenta. Y aunque se levante oposición, Dios me ayudará a cumplir su propósito en mí.
El propósito de los discípulos era a cruzar al otro lado. “Entonces Pedro lo llamó: —Señor, si realmente eres tú, ordéname que vaya hacia ti caminando sobre el agua. —Sí, ven—dijo Jesús. Pedro bajó de la barca y caminó sobre el agua en dirección a Jesús” ( Mateo 14:28-29). Pedro accionó en fe, Pedro confiaba en Jesús, y de la única manera en la que él iba a creer que su maestro era quien le hablaba era si él lo llamaba y caminaba también sobre el agua.
Yo no sé, si hoy en día, hay hombres con esta fe, Pedro, confiaba en Jesús, y aunque estaba de noche, aunque no se podía ver muy bien, Pedro confió que Jesús, sería su guía. Jesús estaba a su lado, para enseñarle el camino. Pero, al sentir el viento fuerte, tuvo miedo y comenzó a hundirse.
El peligro de desenfocarnos
Si nosotros desenfocamos nuestra mirada de Jesús, aunque sea un momento y prestamos atención a la adversidad, a los problemas, al viento impetuoso, nos asustaremos, nos agobiaremos, nos preocuparemos, y la duda entrará en nuestro corazón. Y comenzaremos a hundirnos, en los problemas, empezará a faltarnos la respiración, y nuestros ojos no podrán ver más allá de la adversidad.
Entonces Pedro gritó: ¡Señor, sálvame! En seguida Jesús le tendió la mano y, sujetándolo, lo reprendió: —¡Hombre de poca fe! ¿Por qué dudaste? Pedro, gritó, Señor, sálvame, sálvame, que me muero. Y dice que enseguida, al instante, Jesús tendió su mano para salvarle.
Esto demuestra que el Señor, siempre estará contigo para extenderte su mano y levantarte. Jesús, salvó a Pedro, pero al mismo tiempo lo reprendió, ¿por qué dudaste de mí, porque te faltó la fe?
MantÉn LA mirada en Jesús
Hasta un experto en su área, sin Jesús, puede flaquear. Los años de experiencia, las noches en el mar, no prepararon a Pedro para este momento. Hoy debemos reconocer que no podemos solos y que necesitamos que Jesús enderece nuestros pasos, porque por nuestra propia cuenta podemos perdernos.
El único que puede conducir nuestro camino es Jesús. En ocasiones, creemos que podemos andar solos, que nosotros somos autosuficientes, pero la verdad es que hasta Pedro necesito de Jesús y Jesús necesitó de la ayuda del Espíritu Santo para poder ser efectivo en su ministerio. Todos nosotros tenemos que dejar a un lado nuestros propios métodos y nuestras propias conclusiones y seguir a Jesús si queremos llegar a nuestro destino.
La verdad es que el viento puede desviarnos del maestro, por eso es que si queremos llegar al otro lado no podemos desenfocarnos. Si confiamos en Jesús y dejamos el que alumbre nuestros pasos, si dejamos que nos guíe en el camino, no podemos quitar nuestra mirada de Jesús, y enfocarla en el problema. Si te enfocas más en el ataque, en la dificultad, la duda y el temor entrarán en ti, y perderás tu confianza en Jesús.
Si dejamos que Jesús nos conduzca, nos oriente y nos enseñe el camino, no tendremos tropiezo, no tenemos por qué asustarnos, pero que andes de la mano de Jesús, no significa que no puedas caer.
No permitas que el viento fuerte te desenfoque de Jesús. No permitas que las voces contrarias, te hagan dudar de lo que Jesús, dijo de ti y podrás llegar al otro lado.
¿Por qué estás agradecido? Señor, te doy gracias por tu inmenso amor hacia mi vida, gracias porque siempre estás cerca para ayudarme. Gracias por ser esa luz que guía mi vida, gracias, porque hoy he aprendido que sin tu ayuda puedo desviarme fácilmente.
Ora: Señor, Jesús, hoy entiendo que necesito que guíes mis pasos, que seas mi luz en el camino para no andar en tropiezo y en oscuridad. Te pido que me ayudes a enfocar mis ojos en ti y no en la tormenta o en lo fuerte que sea el viento. Te pido que me ayudes a confiar más en ti, gracias por estar a mi lado cuando más te necesito y gracias, por escucharme cuando estoy angustiado.
Warren, R. (2002). Una vida con propósito: ¿Para qué estoy aquí en la tierra? Editorial Vida.