Bendiciones, el día de hoy hablaremos de la rendición a Dios.
Versículo del día: Romanos 6:13. Entréguense a Dios… preséntenle todo su ser para propósitos justos.
Meta: Entrégale a Dios toda tu vida.
Reflexiona.
La palabra rendición es poco popular, esta implica derrota, y nadie quiere ser un perdedor. Es decir, que esta palabra se usa en un contexto negativo. La rendición evoca imágenes desagradables: reconocer la derrota en la batalla, darse por vencido en un juego o ceder ante un oponente más fuerte.
Pero la entrega a Dios es el corazón de la adoración. Es la respuesta natural al amor y a la misericordia de Dios. Nos entregamos a él no por temor u obligación, sino por amor, “Nosotros le amamos porque él nos amó primero”.
La palabra rendir significa devolver, entregar. Rendirse hace referencia a ceder, confiar. Entonces podemos decir, que rendirse en el ámbito espiritual es entregarlo todo. Es entregarle a Dios nuestras alegrías, tristezas, nuestros pensamientos, planes y hasta nuestros fallos. La rendición a Dios no es resignación pasiva, ni fatalismo, ni una excusa para la pereza.
La confianza en Dios te llenará de paz.
La entrega no es para cobardes, ni para quienes se dejan pisotear por todo el mundo. La entrega se demuestra mejor con la obediencia y la confianza. Las personas consagradas obedecen la palabra de Dios, incluso aunque piensen que no tiene sentido. Dios eligió a María para ser la madre de Jesús, no porque fuera talentosa o rica o hermosa, sino porque era una persona completamente consagrada a él. Cuando el Ángel le explicó el plan de Dios, ella dijo que era la sierva de Dios y que estaba dispuesta a aceptar lo que él quisiera.
Puedes saber que te has entregado a Dios cuando dependes de él para que las cosas te resulten bien, en lugar de manipular a los demás, y controlar la situación. En lugar, de esforzarte más, confía más. También sabes que te has rendido cuando no reaccionas a la crítica ni te apresuras a defenderte. La entrega implica trabajo duro. En nuestro caso, es un combate intenso contra nuestra naturaleza egocéntrica.
El ejemplo de entrega personal es Jesús. La noche antes de la crucifixión, Jesús se entregó al plan de Dios. Jesús no oró diciendo: Dios, si pudieras evitarme este dolor, hazlo. En vez de eso oró: Dios, si lo mejor para ti es librarme de este sufrimiento, hazlo, por favor. Pero si es para cumplir con tu propósito, yo también lo quiero así.
Otro aspecto de una vida completamente consagrada es la confianza. La confianza es un ingrediente esencial de la entrega. No puedes entregarte a Dios si no confías en él, pero tampoco puedes confiar en él hasta que lo conozcas mejor. El primer obstáculo para entregarnos a Dios es el temor, el temor nos impide entregarnos a Dios, pero el amor echa fuera el temor. Cuanto más nos demos cuenta de lo mucho que Dios nos ama, más fácil nos resultará la entrega.
Abraham siguió la guía de Dios sin saber adónde lo llevaría. Ana esperó el tiempo perfecto de Dios sin saber cuándo sería. María esperaba un milagro sin saber cómo. José confió en el propósito de Dios sin saber por qué las circunstancias se dieron como se dieron. Todos ellos se entregaron por completo a Dios.
Cuando Josué estaba próximo a la batalla más grande de su vida, se encontró con Dios, se postró en adoración y se puso a sus órdenes. Esa entrega le permitió tener la victoria imponente sobre Jericó. ¡La victoria viene de rendirse!
El segundo obstáculo para nuestra entrega total es nuestro orgullo. No queremos admitir que no podemos controlarlo todo. Todavía pretendemos dar órdenes y entrometernos en la obra de Dios con nosotros. No somos Dios, y nunca lo seremos. Somos seres humanos. Cuando pretendemos ser Dios acabamos pareciéndonos a Satanás, que pretendía eso mismo.
Cuando nos enfrentamos a nuestras limitaciones, reaccionamos con irritación, enojo y resentimiento. Queremos ser lo que no somos, tener lo que no tenemos, nos disgustamos cuando las cosas no salen como esperamos. Al darnos cuenta de que Dios dota a otros con características que no tenemos, respondemos con envidia, celos y autocompasión. Pero para poder entregarnos libremente a Dios debemos reconocer nuestras limitaciones.
Hasta los problemas más grandes nos parecen diminutos cuando nos rendimos a Dios.
La entrega nos fortalece. Cuando nos entregamos a Dios, no tenemos por qué temer o rendirnos a nada más. Hasta los problemas más grandes nos parecen diminutos cuando nos rendimos a Dios. Nuestras luchas, tentaciones, serán pasadas con éxito cuando nos rendimos a Dios.
Entrégale todo a Dios: lo que lamentas de tu pasado, tus problemas, sueños, debilidades… Pon a Cristo en el asiento del conductor de tu vida y suelta las riendas. No tengas miedo; nada que él tenga bajo su control puede quedar a la deriva. Si Cristo tiene el dominio, podrás enfrentarlo todo.
Las bendiciones de rendirnos.
1- Cuando nos rendimos a Dios, experimentaremos paz.
Muchas veces, estamos tan angustiados y afligidos por situaciones de nuestras vidas que no podemos experimentar la paz de Dios. La biblia nos manda a no preocuparnos por nada, Dios conoce tu necesidad. Filipenses 4:6-7. “No se preocupen por nada; en cambio, oren por todo. Díganle a Dios lo que necesitan y denle gracias por todo lo que él ha hecho. Así experimentarán la paz de Dios, que supera todo lo que podemos entender. La paz de Dios cuidará su corazón y su mente mientras vivan en Cristo Jesús”.
Uno de los obstáculos para recibir la paz de Dios es el afán. El mismo Jesús dijo: …No se preocupen por la vida diaria… Busquen el reino de Dios por encima de todo lo demás y lleven una vida justa, y él les dará todo lo que necesiten. Dios conoce de qué tenemos necesidad.
2- Cuando nos rendimos a Dios, experimentamos libertad.
Todos tenemos la libertad de presentarle a Dios todas nuestras peticiones. Juan 5:14-15. “Esta es la confianza que tenemos al acercarnos a Dios: que, si pedimos conforme a su voluntad, él nos oye. Y, si sabemos que Dios oye todas nuestras oraciones, podemos estar seguros de que ya tenemos lo que le hemos pedido”.
Una vez que le entregues tu pasado, tu presente, tu futuro, puedes estar confiado que Dios tiene el control de toda tu vida, y comenzarás a vivir un día a la vez rebosante de paz y confianza en Dios.
3. Experimentamos el poder de Dios en nuestra vida.
Cuando depositamos nuestra confianza en Dios, y esperamos en él, veremos su poder obrando en nuestras vidas. Pablo dijo: “Así que mi Dios les proveerá de todo lo que necesiten, conforme a las gloriosas riquezas que tiene en Cristo Jesús”.
Mateo 21:22 “Ustedes pueden orar por cualquier cosa, y si tienen fe la recibirán”.
Jeremías 17:7 “Pero benditos son los que confían en el Señor y han hecho que el Señor sea su esperanza y confianza”. Cuando le entregamos nuestra confianza a Dios somos bendecidos.
Ofrecerte a Dios es la esencia de la adoración. Dios quiere que lo entregues todo. La verdadera adoración, agradar a Dios, se da cuando nos entregamos completamente a Dios. Romanos 12:1. Por lo tanto, amados hermanos, les ruego que entreguen su cuerpo a Dios por todo lo que él ha hecho a favor de ustedes. Que sea un sacrificio vivo y santo, la clase de sacrificio que a él le agrada. Esa es la verdadera forma de adorarlo. Entregar nuestra vida no es un impulso emocional e insensato, sino una acción inteligente y racional, el acto más responsable y sensato que podemos hacer con nuestra vida.
Dios no es un esclavizador ni explotador, él no usa la fuerza para someternos. No intenta doblegar nuestra voluntad, sino que nos atrae hacia sí para que podamos ofrecernos libremente a él.
¿Por qué estás agradecido? Gracias Padre, por tu infinita bondad y misericordia hacia mí. Gracias porque tú escuchas mis oraciones, y sabes de qué tengo necesidad.
Ora: Padre, hoy quiero rendir mi vida a ti, te entrego todo lo que soy, hoy decido entregarme a tu voluntad. Hoy quiero caminar confiada en tu palabra. Gracias, porque tu paz y tu amor llenan mi vida por completo.